Digamos que Paula no tiene un ojo y Alexandra tiene una tetas enormes.
Paula se acompleja por su ojo (o su falta de) y esconde su defecto usando siempre gafas. La mayor parte de los que la conocen no se percatan de su condición, y cuando lo hacen ya le tienen tanto cariño que se olvidan de considerarla como “la tuerta”.
Alexandra, en cambio, exhibe su condición ante todos, por lo que tanto conocidos como desconocidos le llaman “la tetazas”.
Ambas no fueron amigas ni enemigas pero compartieron una temporada en la etapa escolar.
Después de muchos años, se reencuentran porque la amante de turno de uno de los amigos del novio de Paula es Alexandra.
Se hacen las locas.
Alexandra comenta con el promiscuo de su agarre, y con absolutamente todos los presentes, que no entiende cómo alguien puede enamorarse de una tuerta.
Meses después le deben hacer una mastectomía porque, a pesar de apenas superar los veintes, le descubrieron un cáncer.
Ahora es Paula quien comenta con todos, que no sabe cómo alguien podría sentir deseo por una tipa sin tetas.
Esta es la incorrupta cabeza de Santa Catalina de Siena, que en su boda* con Jesús recibió de él, como símbolo de su alianza , su mismísimo prepucio a modo de anillo.
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