RSS

jueves, 3 de abril de 2008

Dándome la espalda

Hace unos meses soñé que iba en un autobús con una reportera de farándula y gente a la que no he visto en 10 años. De repente todos empezaron a gritar. Mi reacción fue volver la mirada hacia donde veían ellos. Una vertiginosa nube oscura se movía de oriente a occidente por toda la ciudad mientras las casas eran absorbidas por la tierra.
La nube se acercaba hacia nosotros, yo permanecí impávida aunque, creo, esbocé una sonrisa. Lo único que me entristecía era que no podía disfrutar del dinero que acababa de encontrar antes de subirme al bus. Con la proximidad del fin del mundo pensé, "vaya, así que en unos segundos sabré lo que significa morir".
Desperté.
Hace poco, un domingo cualquiera a eso de las dos de la tarde, con la calle desolada, regresé a mi casa con un par de bolsas de supermercado pensando en que ya era tarde, estaba con hambre y me había olvidado comprar leche para hacer los camarones al coco que le había ofrecido a mi niño. Entonces un hombre me preguntó dónde coger un bus, le expliqué y después se me acercó de manera intimidante cogiéndome del brazo:
- Señorita, no la quiero asustar pero tengo un revolver.
- ¿Y? ¿Crees que te voy a dejar que me robes, maldito ladrón?, olvídate, saca la pistola y mátame, si eso es lo que quieres-. Le dije al rato que me desprendí de su mugrosa mano y le di la espalda para seguir mi camino. Cinco pasos después me di cuenta que nada, que no iba a recibir ningún disparo, que la inminencia de la muerte me llegará más tarde que temprano. Que me evita como todo conmigo, como yo con todo.

0 Ya que entraste aquí, ¡COMENTA, CABRÓN!: