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jueves, 14 de febrero de 2008

¡Chugcha!

Como nunca me entero de en qué mundo vivo ni en qué fecha trascurre lo que dice ser mi vida , no caí en cuenta qué se celebra el día de hoy (o sea, los comerciantes). Me vestí de rojo, mejor dicho, me disfracé de rojo ¡por las barbas de Cristo!

Viene desde mi tiena infancia el odio a estas celebraciones, de chiquita, no tenía amigas, y cuando las tuve, poraí a los 12 o 13 años (y siguen siendo mías), ya le había cogido demasiada hartera a todo, sin embargo tocabafff regalar cosas a las panas con objetos tales como una barra de manteca de cacao envuelta en papael rojo-ferrari o unas galletas de plátano home-made con su respectivo memorandum de disculpa por lo feas que quedaron.

Otras de las razones de mi asco al 14 de febrero es que siempre estuve acostumbrada a estar sola, o sea, sin perro que me ladre, mejor dicho, antes de la existencia del que ahora es mi niño tuve solo dos tipos con los que anduve por estas fechas, pero el hornadito (como le dice mi niño) se largó al Perú a nisequé cosas de trabajo (supongo que una reunión internacional de prepis obesos y estúpidos) y en oootro año me enojé con el viejo (como le dice mi niño).

Mi niño sabe bien que a mi esas cosas de regalitos de peluches, tarjetitas y un largo etcétera de idioteces me caen mal, pero por fortuna nuestra, él es tan despistado y yo tan desidiosa que nos acoplamos bien y todas las noches-amaneceres tenemos nuestros días del amor cuando, aunque estemos muy enojadaos, nos despertamos abrazados como monitos.

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