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martes, 6 de enero de 2009

El terror del horror

Fue horrible. Primero parada teniéndolo entre mis manos. En un principio no lo entendí bien, pero después la hórrida realidad que no quise ver. Temblar, temblar. Yo creí que era una exageración caer al piso, pero no. Las piernas ya no eran mías, mi cuerpo era un monigote sin voluntad. Ni con la muerte de los que he querido me había sentido tan ultrajada (tal vez esto sí sea una exageración). Todo era borroso (putas lágrimas) y estremecedor (putos escalofrío). Era mi culpa, o culpa de mis cegueras (en realidad siempre lo vi todo, pero decidí engañarme a mí misma). Había tanto por descubrir pero no pude pensar en nada, ni hacer nada. Tal vez lo tenía merecido por ilusa, por ciega y por desleal. Uno, dos, tres, cuatro, cinco: el horror del terror no se cualifica ni se cuantifica. Ni eso que alguna vez aspiré había dado tanto a mi corazón. Y luego salir de ese infierno con una sonrisa en mis labios y el alma del demonio exterminador. La venganza, la vergüenza, vendría después.

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