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martes, 2 de diciembre de 2008

Y mi look el de una reguetonera, con sombrero, tirantes y corbata

Mi jefe es una persona importantísima, si no le encuentra disponible al presidente del Bid en su despacho, él le devuelve la llamada; si le busca a Joan Manuel Serrat y no está en su oficina de Barcelona, le dan su correo electrónico (con la única persona con la que le es difícil –no imposible- comunicarse es con el Señor Presidente de la República).
No sólo es importante, sino también inteligente, talentoso y no-presumido. Es catedrático, escritor, opina en el diario más importante del país, sale en la TV, en periódicos locales e internacionales. Y tiene muuuchas millas acumuladas de pasajero frecuente de Iberia.
Para mí que deberían darle el cargo de “Jefe Supremo” del sitio en el que trabajo; él ya ocupó ese puesto, pero ahora está una ñora con asesores antipáticos a quien no he tenido el gusto de tratar.
Cuando empecé a trabajar con él me llamaba “Claudia” no sé porqué, bueno, al menos ya sabe que mi nombre empieza con A, porque cuando me llama me dice aaaahhh y luego lo dice.
Entre otras funciones, me tiene como su telefonista oficial, no solo porque suele pedirme hablar con gente difícil de ubicar y conoce mis pericias investigativas, sino también por costumbre.
Pero anoche soñé que mi jefe no era él, sino Miguel Bosé.
Qué bueno que mi jefe es mi jefe y no otro, porque si fuese así, me pasaría babeándolo y acosándolo en lugar de demostrar “mis capacidades, talento y buena voluntad” (como dice mi CV).
Y en momentos de ocio, en lugar de conversar tranquilamente con mi jefe de cualquier tema, me dejaría arrinconar contra la fotocopiadora.
Y me demoraría más tiempo en preparar los informes que siempre hago, por la tentación que significaría encerrarme en la oficina con Bosé.
Y lo incómodo que debe ser aparentar que no pasa nada con la secretaria tan cerca.

(acá falta una conclusión pero no sé qué más escribir)

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